Retazos de un sueño imposible.

Despiertas creyendo que sigues soñando, no abres los ojos. No quieres ver el mundo real, prefieres ese lugar onírico en el que te has refugiado toda la noche. El sol y la luna compartían un mismo cielo, ambos brillaban con la misma intensidad. Un campo abierto era seguido por la espesura de un bosque verde. Las conversaciones, las situaciones, las personas... Todo era perfecto, tal y como tú deseabas que fuera. Cada objeto en su lugar, sin restricciones ni castigos. Precisamente por esto, era un sueño.
Cuando abres los ojos solo recuerdas ese lugar lleno de vida, y te encuentras de frente con una habitación sin recoger, oscura, llena de libros y ropa. El cansancio inunda tu cuerpo, no quieres ni incorporarte. ¿Para qué? ¿Por qué?, te preguntas. Ahora entiendes los desvaríos de don Quijote, que no aceptaba el mundo y se inventó uno mejor, uno que le gustara más, donde disfrutara y no tuviera que seguir las normas de su sociedad.
Ahora empezarías a despotricar sobre esa estúpida sociedad en la que te encuentras, pero no tienes fuerzas. Tu cabeza sigue en reposo y no te deja ni quejarte. Te levantas y vas a baño, a ver tu verdadero aspecto, a enfrentarte a la realidad. Ojeras, maquillaje corrido, cara hinchada. ¿Y qué?, vuelves a pensar. Te lavas la cara y bajas a desayunar, aunque sin hambre. Sólo bebes un zumo, y vuelves a tu cuarto. Hoy no te apetece ir a clase, quieres seguir soñando con ese mundo que anhelas.
Eso es lo que necesitas, escapar de la rutina, dejar los libros de texto y adentrarte en los de aventura, misterio. En las novelas, que para eso están escritas, para olvidarte del verdadero mundo. Pero no puedes.
Coges lo primero que encuentras en tu armario y te vistes. Preparas la mochila, te lavas los dientes y sales por la puerta. Ya estás de camino al instituto. Otro día más, adentrándote en la rutina.

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