Ansiedad.

Noto la forma en que se me encoje el cuerpo. En cómo cada uno de mis tendones aprovecha para ponerse en tensión.
Noto cómo me tiemblan las manos, cómo se extiende a los brazos y cómo llega al corazón.
Noto las ganas de echar a correr. Las ganas reprimidas de llorar. De sangrar. De dejarlo salir.
Noto cómo aporrea la idea en las puertas de mi mente. Noto que intenta colarse por una rendija.
Conforme más aporrea la dura madera, más pequeña parece la razón.
Se desvanece más y más la conciencia.
Va haciendo mella.
Va restregándose por cada poro de mi piel.
Va dejando su sucio rastro rojo, putrefacto y ambicioso. Su rastro tirante y angustioso.
Va invadiendo con su dolor todos los rincones de mi cuerpo.
Derriba las puertas.
Deja correr la sangre.
Y me llena de vacío.

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