A ritmo de la autodestrucción.

- Mientras lees: play.-

Claudia caminaba lento, como cada día.
Primero un paso y luego otro.
Mientras caminaba pensaba en por qué caminaba. Costumbre, inercia, aprendizaje.
Paso. Paso.

Claudia caminaba lento hacia el hospital.
Lento porque no le gustaban los miércoles. Los miércoles eran día de hospital y de preguntas.
Y de preguntas.
Y de preguntas.
Y de preguntas.
Y de balanzas.
Los miércoles eran día de hospital, preguntas y balanzas.
Todos esperaban respuestas y mejorías, pero ella sólo esperaba a que acabara. A poder ir a casa. Poder entrar en la cama y quedarse ahí.
Sin miércoles, ni hospitales, ni preguntas, ni balanzas.

Claudia quería dejarse morir.
Dormir y no volver a despertar.
Que todo acabase allí. Para ella. Para todos.
El dolor. Que acabase el dolor.
Vaciar su cuerpo de alma. De lo que podía quedar de alma.

Pero Claudia caminaba.
Caminaba lento, silencioso. Invisible. Para que nadie se pudiera fijar en ella. Nadie la vería. Nadie.
Ni ella.

Claudia caminaba lento hacia el hospital, como cada miércoles, pensando en volver a casa, entrar en la cama y no salir jamás.

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