"Confía en mí".

Cuervo no llora. No parece triste. Pero yo la veo.
Asustada. Luchando por aferrarse a algo, incluso hasta aplastarlo.
Y siento a Cuervo como Loba.
Oculta tras una su máscara de animal y su sonrisa dividida.
Ojos que relucen de miedo. O amor.
Ojos que descubren su mundo en unas plumas negras como su pelo. Como sus pupilas.
Un pájaro en una mano fina, fría, en una muñeca frágil.
Ahora Cuervo parece la única capaz de salvar a Loba. Se ha abandonado a su suerte. Y su suerte trajo a Cuervo.
"Vuela, lobo. Vuela".
Loba en un intento desesperado, se disfraza. Un pico. Unas alas pesadas.
"Sé libre". 
Loba sabía que no podría volar.
Y saltó. 



A pesar de lo que pueda parecer, este texto tiene más sentido que muchos de los ya escritos aquí. Y sé que no tiene ni pies ni cabeza. Y ahí está la gracia. 
Quizás tengáis que empezar a mirar las cosas al revés, de lado o a la inversa. 
O no las miréis.
Tiraos al vacío con los ojos cerrados y esperad. Os sorprenderéis.

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