Cartas a Sophie.

Hace ya meses que me adentré en este proyecto. Algo a largo, corto, o sin plazo. Hoy os traigo a todos los que queráis leerme, a los que lo hagáis por compasión, por compromiso o por propio gusto, un pequeño retazo de esta historia. Algo que todavía no sé definir. No tiene un comienzo ni un final. Y eso es lo más bonito.




He visto tu sangre correr despavorida entre tus dedos.
La he visto escapar de tus nudillos y salpicar las blancas paredes de tu estudio.
Te he visto enfadarte con el mundo y con tus manos.
He observado cómo arañas tu piel hasta romperse.
He notado tu ansia por dejar escapar los demonios que atormentan tu mente. Y los malditos residen en el flujo vital de tu cuerpo.
Empapan el lienzo, lo colorean de rojo y se lamentan. 
Gritan y lloras. Y una vez vacía de sufrimiento y lágrimas, regresas a tu estado natural de soledad grisácea. 
Vuelves a dejarte el alma olvidada en un pincel. 

Te he visto esconderte de la luz entre las nubes de tus ojos. 
Te he visto.
Cada día después del atardecer, he observado tu ventana y sólo he apreciado ese juego de sombras en el que te conviertes cuando te sientes sola.
Sí, te he visto.
Ser tú y fingir. 
He captado todos los matices de tu falsa sonrisa, como también he captado la fina transparencia de cada una de tus lágrimas. 
Aún sin conocerte, he sabido más de ti que de mi. 
Y cuando aprecié la belleza de tu triste rostro, yo también quise sangrar, y romper mi piel, y llorar.

Luego decidí escribirte. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario