Temores.

- ¿Nunca has tenido miedo de nada? ¿De perder lo más importante de tu vida? O, miedo a ganarlo.
- ¿Miedo a ganarlo? Pero, eso es algo bueno.
La chica de las cicatrices se limitó a sonreír. Con esa sonrisa suya, tan frágil como falsa. Llena de tristeza, de dolor.
- Ya, suponía que no ibas a entenderlo.
- Explícamelo.
Al parecer, aquella persona era la más cabezota del mundo, y no desistiría a algo como tener más información sobre la chica que tenía en frente.
- ¿De verdad nunca has tenido miedo de tener un sentimiento entre manos que no fuera tuyo? Joder, yo estoy acojonada. Estoy acojonada porque siento que ya no es solo "él y yo", sino "nosotros". Porque en cualquier momento puedo liarla, puedo destrozarlo todo. Incluso, en cualquier momento pueden cambiar mis propios sentimientos. ¿Sabes el miedo que le tengo a eso? No podría soportar dejar de quererle. Le haría daño, o eso creo. También tengo miedo de que él se enamore de otra persona, porque sé que no está enamorado de mi. Estoy segura de ello.
- Entonces, si sabes que él no está enamorado de ti, ¿por qué estás con él?
- Porque yo de él sí. Y quiero acabar engañándome a mi misma, creerme que esto va a salir bien. Pero sé que no. Sé cómo soy. Acabaré peor que antes, con mis celos por delante, pensando que cualquier mujer al que le preste atención será la próxima de la que caerá enamorado.
Se quedó callada, pensativa. Le dolía tener que decir todo aquello. Tener que admitirlo ante alguna persona.
- Solo quiero saber una cosa. ¿Duele?
Volvió a reír, con nerviosismo.
- ¿Que si duele? ¿De verdad crees eso? No solo duele, amarga. Es un sentimiento de impotencia. Y, ¿sabes? No puedo hacer nada.
- Puedes. Frena, piensa las cosas.

Al otro lado del espejo, sus más sinceros sentimientos intentaban hacer que sonriera. Al otro lado del espejo, ella no tenía cicatrices, ni pensamientos negativos, ni noches melancólicas. Al otro lado, únicamente había risas.

- Supongo que tú jamás podrás entenderlo. Es irónico, ¿sabes? Tú eres yo, y yo soy tú. Tú eres mi reflejo, y sin mi no existirías, pero no somos parecidas. Ni un poco.
La chica de las cicatrices se alejó del espejo, sin mirar hacia atrás para no encontrarse a sí misma, pero de forma diferente.
La chica del espejo, a su vez, también se alejó. Cualquiera que se dignara a mirar aquella escena, quedaría sorprendido ante tal estupidez, hablar consigo misma. Pero, para esa chica, era el único consuelo que le quedaba.

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