Respirando tinta.



Reordena sus libros y aún cree que está reordenando su vida. Recolocando los recuerdos, abriendo la portada de sus sentimientos, quitándole polvo a sus mentiras.
Aún cree que las batallas campales escritas en sus páginas, narran, en secreto, las discusiones con sus allegados. Cree que los besos a oscuras, apasionados y prohibidos escondidos entre líneas, son los suyos propios. ¡Aún se atreve a pensar que las aventuras a caballo no son más que sus sueños más profundos impresos con delicadeza sobre el rugoso papel!
La pequeña muchachita aún quiere pensar que, reordenando sus libros, logra darle sentido a su vida, a sus pensamientos. Porque, está tan unida a la lectura, que por sus venas hace tiempo que dejó de correr sangre para correr tinta, que sus cabellos no son más que palabras entrelazadas sin orden alguno, y sus profundos ojos café, están inundados de textos. Está tan unida a la lectura, que su tez es de color papel, y tiene el mismo tacto débil y acartonado de que adquiere un libro cuando se hace viejo.
Y es que, para nuestra pequeña muchachita, su biblioteca ocupó el lugar de su corazón, expulsando a este así por la ventana, desterrado, y ya nadie puede enamorarla. Para ella, reordenar sus libros, es reordenar su vida, ya que ellos, la mantienen viva.

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