Perdidos y sin final.

- Mientras lees: play. - 

Me he perdido.
He perdido mi luz, y mi sombra. He perdido lo que fui y lo que soy.
He perdido todas mis ganas, todos mis sueños. He perdido toda la inspiración que me quedaba.
Ha sido un largo camino hasta llegar aquí, a donde estoy ahora, en un claro del bosque, desorientada. Y necesito un poco de ayuda. Una pizca.
Y grito. Grito pero nadie me oye. Ni si quiera yo me oigo. Supongo que no todos gritamos de la misma forma. Algunos gritan hacia dentro, otros gritan en silencio.
No sé cómo no me he desangrado aún, si todas las voces me han abierto las heridas. Si lo único que sé hacer es sangrar. Sangrar por cada poro, por cada cicatriz, por cada palabra.
Sangrar y gritar.
Y esconderme.
Siempre me escondo. Me escondo detrás de palabras bonitas. En todo lo que escribo, intento que sea bonito, no repetir palabras, que tenga un hilo que conecte cada frase, que tenga un ritmo, una musicalidad. A veces sale solo, pero otras veces me torturo para escribir. ¿Por qué no decir lo que necesito? ¿Por qué ocultar lo que siento? ¿Para qué? ¿Con qué propósito?
Con el propósito de ocultarme a mi misma.
Es la misma historia, ¿no? No saber quién soy. Tener varios nombres. Tener distintas actitudes, distintos sentimientos, o no tener ninguno.
Pero siempre llegamos al principio. Detrás de todas las divagaciones, de todas las teorías, volvemos al punto de inicio. A que estoy perdida. A que siempre he estado perdida y no he sabido encontrarme.
Y que, muchas veces, no quiero encontrarme.
Y que pido ayuda y no la acepto, y que preocupo y luego no dejo que se preocupen.
No soy clara con lo que quiero, ni con lo que siento, y eso duele.
Hace daño. Siempre hace daño.
Y nos deja sin finales.



- Gracias, Celia, por recordarme lo que se sentía escribiendo. No has tenido que hacer nada, sólo ser tú. Este relato está dedicado a ti, aunque sea la mayor basura jamás escrita. Gracias, de nuevo.-

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